Resulta habitual, en profesionales de la Salud y de la Estética, encontrarnos con esta línea de pensamiento: “la radiofrecuencia fraccionada y el HIFU hacen lo mismo”. Esto no es correcto, ni desde lo fisiológico ni desde lo biofísico.

Si bien podemos afirmar que ambas modalidades de trabajo son capaces de estimular retracción cutánea con “efecto lifting” en el tejido tratado, la forma en que llegamos a dicho efecto es bien diferente en ambos casos..

Al aplicarse radiofrecuencia fraccionada se dosifica el calor de forma multipuntual y fraccional durante cortos períodos, con el objetivo de lograr microlesiones principalmente en proximidad de la unión dermo-epidérmica, lo cual se manifiesta a través de ardor y eritema tras la sesión. Al aplicar HIFU, en cambio, el calor se logra mediante el empleo de ultrasonido enfocado o focalizado de alta intensidad y elevada frecuencia, capaz de producir un daño térmico (necrosis coagulativa) en el tejido por elevación crítica de la temperatura, de forma selectiva y a diferentes niveles (según el transductor empleado). Para lograrlo se utiliza un transductor cóncavo que permite la convergencia de la onda mecánica en un punto focal y a una profundidad específica, produciendo una lesión térmica en profundidad y manteniendo la integridad de los tejidos superficiales.