Con el objetivo de inaugurar este blog, comparto este post en el que describiré algunos aspectos importantes a tener en cuenta sobre esta interesante variable terapéutica.

Es posible afirmar que el incremento de la temperatura intratisular que acontece durante la aplicación de radiofrecuencia da origen a un mecanismo local de vasodilatación que mejora el metabolismo, favorece la eliminación de radicales libres y otros catabolitos e incrementa el aporte de oxígeno en la zona tratada, además de promover -en el uso de RF capacitiva o resistiva y sólo a través de una correcta técnica de aplicación- el desencadenamiento de fenómenos biológicos que estimulan procesos proliferativos dérmicos.

Es posible afirmar también que la temperatura alcanzada no obedece a un único factor sino a una serie de circunstancias que actúan en conjunto y entre las que destacan la potencia de trabajo, la velocidad de deslizamiento del aplicador, la modalidad o variable de radiofrecuencia utilizada, el tiempo de aplicación por zona específica y la impedancia de los diferentes tejidos, entre otras.

La distancia entre polos representa también un factor crítico a considerar: a una mayor distancia corresponde una dispersión térmica también mayor, derivada de un campo eléctrico menos delimitado y más heterogéneo. Un buen ejemplo de ello está representado por el uso de electrodo de cierre de circuito posicionado a distancia (variante asociada generalmente a RF capacitiva), lo que estimula un incremento lento y gradual de la temperatura que permite actuar más selectivamente sobre tejidos profundos.

De lo expuesto se deduce que el cuidado de la integridad cutánea representa un aspecto de gran importancia cuando se utiliza energía térmica, procurándose que la misma no sea excesiva. Esto ha originado la aparición, en los últimos años, de equipos capaces de desencadenar el típico mecanismo de conversión de energía, con producción de calor, en el estrato dérmico mientras que -en simultáneo- se produce una importante refrigeración epidérmica. A esta variable la conocemos como criofrecuencia o crio-radiofrecuencia.

Resulta importante aclarar que durante la aplicación de criofrecuencia no es factible realizar la medición de la temperatura en superficie mediante termómetros, como sí lo hacemos en la aplicación convencional, ya que al enfriarse la epidermis se pierde la referencia térmica en esta estructura. En compensación, los equipos están desarrollados para alcanzar niveles de temperatura en profundidad que garanticen el efecto deseado. La energía electromagnética será transmitida a nivel tisular y convertida en calor, y la unidad de medida de la energía que se entrega al tejido generalmente se establece en joules (J).

Esta variable terapéutica tiene dos objetivos principales, que podrían definirse como ventajas:

  1. Evitar el calentamiento excesivo de la piel a nivel epidérmico.
  2. Evitar al paciente la sensación molesta o desagradable provocada por el calor y que muchas veces representa un impedimento para alcanzar una temperatura óptima de trabajo.

Durante la aplicación de la criofrecuencia el movimiento constante del mango o cabezal aplicador se torna indispensable, pudiendo manifestarse importantes quemaduras en caso de mantenerse estático dicho accesorio. Físicamente se promueve el enfriamiento de la superficie cutánea mediante un mecanismo de refrigeración o cooler presente en el aplicador, mientras que en la profundidad del tejido la energía eléctrica se transforma en energía calórica, garantizándose un correcto abordaje del tejido dérmico sin afectar la epidermis y sin mediar un estímulo molesto o incómodo para el paciente. La respuesta de rejuvenecimiento derivada de la acción sobre el colágeno dérmico puede incluso verse favorecida al potenciarse la temperatura alcanzada, aunque esto es una apreciación personal, ya que hasta el momento no contamos con trabajos científicos serios que permitan establecer estas diferencias de forma objetiva a través de la comparación con un grupo de control.

En zonas en las que coexisten flaccidez cutánea y adiposidad localizada, y principalmente en áreas pequeñas como la cara interna de la rodilla, el pliegue axilar, la cara posterointerna del brazo o la papada, tanto la criofrecuencia como la RF con electrodo de cierre de circuito a distancia (la variante conocida como monopolar) proporcionan buenos resultados, ya que nos permiten dosificar mejor la temperatura en profundidad. En estas zonas el uso de criolipólisis resulta dificultoso, ya sea por la falta de equipos que proporcionen aplicadores pequeños que se adapten correctamente a la anatomía de estas áreas, ya sea porque -sencillamente- no es la opción terapéutica adecuada. A modo de ejemplo, cabe mencionar que se han reportado casos en los cuales se evidencia una alteración del contorno en zona posterointerna de brazos luego de la aplicación de criolipólisis, debido a apoptosis excesiva de células grasas con la consecuente alteración en el volumen tisular.

En zonas pequeñas como las mencionadas, un tiempo de aplicación de 8 a 10 minutos resulta suficiente. En zonas más amplias, en cambio, se recomienda dividir el área de trabajo en varias subzonas de aprox. 15 x 15 cms, trabajando en cada una durante el tiempo expresado.

Como hemos visto, la criofrecuencia es un buen aliado cuando el objetivo terapéutico es lograr un tensado cutáneo sin mediar un gran incremento térmico superficial, razón por la cual su empleo suele sugerirse también en afecciones en las que la aplicación de calor ha estado históricamente contraindicada, tal es el caso de la rosácea, presentándose a la criofrecuencia como una alternativa ventajosa para estos pacientes. Actualmente éste es un tema en discusión debido a que la rosácea cursa con patología microvascular de localización dérmica y el calor generado a este nivel -enmascarado por la refrigeración superficial pero no por ello de poca magnitud en los tejidos profundos- puede agravar el cuadro clínico, quedando por ende a criterio del profesional actuante la aplicación de criofrecuencia en estos casos específicos.

Como suele suceder, pueden citarse también algunos factores considerados como desventajas; uno de ellos es la dificultad de estimar de forma relativamente precisa la temperatura alcanzada en profundidad, la cual puede resultar excesiva a los fines terapéuticos. De hecho, hay algunos trabajos de investigación -como el de Fitzpatrick et al, publicado en “Lasers in Surgery and Medicine” (2003)- que concluyen que a valores de temperatura interna del tejido por encima de los 65⁰ C puede desencadenarse un mecanismo de desnaturalización crítica del colágeno, con poca o nula capacidad de reconstitución; en otras palabras, el proceso de neocolagénesis posterior a una sesión de radiofrecuencia podría verse afectado.

Otro aspecto a considerar cuando la temperatura dérmica es demasiado intensa es la posible manifestación de hipercromías cutáneas en pieles propensas a ello, aunque en este punto la situación no difiere mucho de lo que acontece con otras formas de aplicación de la RF.

En resumen, considero a la criofrecuencia como un recurso valioso, importante, sobre el cual tenemos aún mucho por conocer. Cada modalidad terapéutica nos brinda, por regla general, ventajas y desventajas, quedando supeditada a nuestro criterio profesional su utilización en cada caso en particular, y la criofrecuencia no escapa a esta regla.